RSS

Del Editor

domingo, 1 de junio de 2008

El Corazón de las Tinieblas

Hace más de un siglo, Joseph Conrad publicó una historia en donde plasmaba las miserias del imperialismo europeo en el continente africano. La llamó El Corazón de las Tinieblas (traducido al castellano) y representó cómo la Compañía belga de Leopoldo II desangró, bajo la careta del progreso y el desarrollo, los recursos naturales y los derechos humanos del Congo.

La anécdota de la historia no surgió únicamente de la fecunda mente del autor. Fue la mejor manera que halló para canalizar su visión de lo que en realidad sucedía en el Congo, en épocas de Leopoldo II. El personaje principal de la novela, Charlie Marlow, emprende un viaje similar al de Conrad: río arriba, viendo cómo los enciclopédicos conceptos de barbarie y civilización eran puestos a prueba. Esta experiencia marcó al autor y marcó una época, hasta nuestros días.

El cineasta Francis Ford Coppola, para culminar con las reminiscencias artísticas, volcó este argumento en su genial visión de la Guerra de Vietnam, Apocalipsis, ahora. Pero, ¿estas formas de contar una historia – todas las historias – responde a antojos de autor?, ¿o a respuestas inevitables frente a lo que sucede en el mundo? Quizá sean grandes representaciones del mundo en que vivieron; quizá el mundo sea mucho más que eso.

Hace unos días, agencias internacionales publicaban espectaculares fotografías tomadas desde el aire a un grupo de nativos “no contactados”, llamados así por haber permanecido al margen del normal proceso de evolución social humana. Las fotos, más allá de la pericia y talento del fotógrafo, nos plantean preguntas que Conrad y Coppola ya esgrimían décadas atrás: ¿qué es civilización y qué es barbarie?

Nosotros, usted y yo, decimos ser civilizados: vestimos cubriendo partes íntimas, saludamos, nos despedimos, comemos con cubiertos, vivimos en un hogar, tenemos vecinos que hacen lo mismo, nos reunimos en lugares públicos amparados en la seguridad de que el otro no me va a atacar por gusto. Pues todos estos elementos no hacen socialmente aceptables, pero civilizado es ser algo más.

Se ha dicho mucho que los “no contactados” son seres salvajes, que la falta de contacto con los beneficios de la modernidad impiden el desarrollo psicosocial y cosas así. Por otro lado, se ha dicho que deben ser protegidos, amparados y cuidados, al mismo estilo de cualquier mascota. Ni uno ni otro, y he ahí el meollo de nuestros niveles de civilización.

Al ser una sociedad globalizada, nuestras necesidades y potencialidades se conocen más ampliamente. Todos sabemos los riesgos de la tala indiscriminada, de la utilización desmedida de los recursos naturales, del poco cuidado del planeta en materia de desarrollo sostenible. Pues, de no haber sido por todo lo contrario – el abuso de la tala indiscriminada por parte de ciertos irresponsables y al amparo del desinterés estatal – los “no contactados” hubieran seguido igual que siempre, sin necesitar ni nuestra ayuda ni nuestras críticas.

Parte de ser civilizado es respetar al otro, pero mucho más es no estropear nuestro hogar. ¿Somos tan civilizados que al dañar nuestra casa nos topamos con plagas que los niños quieren cuidar y los adultos destruir? A evaluar, pues, qué tan civilizados somos, atrapados en el corazón de las tinieblas.

No hay comentarios: